LA EDUCACIÓN DE LA MUJER ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX
A
finales del siglo XIX, se tiene conocimiento del problema de la mujer por lo
que la enseñanza es lo más importante para la emancipación femenina. Para ello,
se buscan las diferencias de este sector, donde solo hay dos grupos sociales:
la mujer de dinero y la mujer pobre.
España
en el siglo XIX, sigue siendo agrícola, por eso la incorporación de la mujer en
el sector industrial es reducida y limitada. Nos centramos en la mujer
campesina ya que es lo más representativo de las clases populares. La vida de
la mujer es corta, dura, pero no marginal, ya que hace actividades que la hacen
ser autónoma. El trabajo de la mujer es un componente esencial para mantener a
la familia, por lo que hay una desigualdad en el proceso educativo, por lo que
esto desarrollara una nueva dependencia femenina. La política para que
desaparezca el analfabetismo presenta tres convicciones. La primera de ellas,
la instrucción de la mujer debe ser un asunto privado y no público, la segunda,
la enseñanza tiene que ver con la educación moral y no con la instrucción y la
tercera, curriculum diferenciado.
La
política educativa centralista será desfavorable para la mujer, ya que se
presentan altos niveles de analfabetismo, limite de las profesiones de la mujer
y se fomentará las escuelas de convento que guardaran el conservadurismo.
En
la educación de la alta burguesía, existen dos grupos la aristocracia y la alta
burguesía. Su educación se desarrolla en sus casas, aprenden a leer, escribir,
cocinar y trabajos como coser y bordar, esperando un matrimonio adecuado. A
partir de los 15 acude a tertulias, da paseos y va a teatros ya que se ha
acabado su educación, el único objetivo es conseguir un marido adecuado.
Las
mujeres de la clase media son un grupo diferencial ya que tiene una vida
superior al asalariado ya sea por sus relaciones sociales o por su cultura, es
donde por producirse contradicciones, las mujeres comienzan a tomar mayor
conciencia. A estas mujeres tras el matrimonio no las espera ninguna actividad
propia, solo mostrar su “ocio”. Hay que señalar que estas mujeres tienen una
actividad laboral de la clase baja y la actividad social de la clase alta y no
se puede olvidar el papel fundamental de la religión ya que va a coincidir con
la moral social.
En
1819, se creo los Reales Estudios de
Dibujo y Adorno, para dar a las mujeres una oportunidad de estudios
superiores, su objetivo era el desarrollo de la industria en España. Los
requisitos eran: saber leer, conocimiento de la doctrina cristiana y tener
conocimientos de los “principios de escribir”. Otras actividades profesionales
femeninas eran comadrona o partera que se regulo en 1804, magisterio en donde
unas eran especialistas en el “estilo de París” y otras enseñaban a “leer,
escribir y buenos modales”, también enfermería, que hacia finales de siglo se creo
la escuela de enfermeras. Solo algunos sectores de este siglo plantearan el
derecho de la mujer al trabajo, tal era la evidencia de esto que la legislación
nunca vio esa situación, por lo que había que esperar hasta 1888 cuando 10
mujeres habían estudiado en la universidad, pero no será hasta 1910 cuando se
permite a las mujeres matricularse en la universidad.
Los
krausistas, frente la perfecta casada de Fray Luis de León, que sigue siendo el
modelo del catolicismo más tradicional, aspiran a la mujer como complemento del
hombre, más igualitaria y que no esta destinada al matrimonio. Así pues, la
educación de la mujer no se presenta como un objetivo ya que es más importante
la regeneración social. Las iniciativas institucionalistas no tienen una
repercusión inmediata en el ámbito laboral y tampoco olvidar los sectores
reducidos de la burguesía, pero esto abre a la mujer española las puertas del
ejercicio profesional en algunos campos creando una nueva dinámica.
Por
último, los Congresos Pedagógicos de finales de siglo, son una fuente
importante para medir la opinión sobre la educación de la mujer a finales de
siglo. En el Congreso Hispano Portugués Americano de 1892, nos encontramos con
el 75% a favor del derecho a la mujer en el desarrollo de sus facultades, un
66% a favor de que se las enseñe en todos los grados de la enseñanza y el 44% a
favor de que se incorpore en todas las profesiones.
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